Liderar puede llegar a ser peligroso. Aunque resulta romántico y atractivo pensar en el liderazgo como inspiración, acciones decisivas y poderosas recompensas, liderar requiere tomar riesgos que pueden poner en juego el desarrollo profesional y personal de un individuo. Requiere ponerse uno mismo en la línea de fuego, desafiando el statu quo y trabajando con conflictos ocultos. Y cuando la gente se resiste y empuja en sentido contrario, surge una gran tentación por privilegiar la seguridad y no seguir adelante. Aquellos que optan por liderar asumen los riesgos, y a veces resultan heridos. Por ello, el ejercicio de liderazgo debe plantearse como algo estratégico que, pese a las resistencias y peligros que enfrenta, permita a quien lo asume cumplir con el objetivo de provocar los cambios requeridos por la organización o el entorno.