Ejercer liderazgo implica movilizar a otros en direcciones que muchas veces no están claras, sobre todo en contextos de incertidumbre como los que estamos viviendo hoy. Salir de los lugares a los que estamos acostumbrados, cambiar hábitos y desafiar comportamientos personales y organizacionales puede llegar a ser un trabajo gratificante, pero al mismo tiempo complejo, frustrante y riesgoso. Por lo tanto, para hacerlo, se requiere no solo de las ganas y un propósito compartido sino también de una mirada sistémica que permita anticiparse a las posibles resistencias que nos encontraremos en el camino. Si asumimos que los cambios tienden a generar conflicto y tensión, se hace necesario entonces desarrollar la capacidad de sostener el desequilibrio sin morir en el intento.